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miércoles, 30 de noviembre de 2022

Hacerle la ola

Juro a ustedes por el cetro del dios Pichimichi que lo que voy a contar es cierto. Aunque comprendería que dudasen, porque en un país normal, algo así sería imposible. Pero recuerden que éste no es un país normal, sino España, un lugar donde todo disparate, por gordo que sea, tiene su asiento, y donde por poner un ejemplo clásico, una ardilla podría cruzar la Península saltando de gilipollas en gilipollas sin tocar el suelo. 
También saben que Pedro Sánchez me tiene fascinado porque supera todo pronóstico. Es un pistolero sin escrúpulos que ha hecho del cinismo un arma política y la maneja con envidiable desvergüenza. Torea por ambos pitones a amigos ruines y a enemigos torpes. Aprende rápido, y creo que va a durar. Y eso es lo malo, que va a durar y lo peor, es que va a seguir haciendo de las suyas sin importarle nada ni nadie. 
Y les coloco como siempre, un ejemplo clásico: Por el autor de hago a mi ministra de Justicia fiscal general del Estado llega ahora: hago a mi ministro de Justicia magistrado del Tribunal Constitucional. Juan Carlos Campo es uno de los dos nombres de refresco que el presidente coloca en el órgano que árbitra la constitucionalidad de las leyes en España. El juez Campo. Que tiene buena prensa, que se lleva bien con el PP, que ya sonó en la renovación parcial de hace un año. Pero que es, claro, ex ministro de Sánchez. Uno de los nuestros, presidente. 
Del grupo de jueces y juezas que van alternando la carrera judicial con la carrera política. Esa bolsa de nombres, socialistas, conservadores, de Izquierda Unida, que van pasando del juzgado al Consejo del Poder Judicial, del Consejo a una lista electoral, de regreso al juzgado, del juzgado al ministerio y tiro porque me toca, en un juego despiadado del cual sólo se aprovechan los amigos de, por estar con él y hacerle la ola, y eso queridos blogueros, es el cáncer de cualquier estado de bienestar. 
Pero como pueden observar, a toda esta panda de moñas que pululan y se hacen ricos alrededor de este oficio despreciable como es la política, les importa poco el qué dirán, ya que sólo les importa su estado de bienestar. En España, o como se llame esta descojonación de Espronceda en la que habitamos, el preocuparse por los ciudadanos y sus problema y la vergüenza torera siempre fueron los primeros rehenes a ejecutar por parte de los golfos, los fanáticos, los idiotas y los indiferentes, que no son otros que nuestra chusma política. Las prioridades (léase clase política y su propio estado del bienestar) son las prioridades. 
Y en eso estamos y estaremos, porque esta situación no tiene pinta de cambiar de ninguna de las maneras. Seguiremos discutiendo en los bares, en los foros de cualquier red social a favor de unos políticos u otros, seguiremos yendo a votar como corderitos para hacernos creer a nosotros mismos que con nuestra papeleta se puede cambiar algo, cuando no es así. No usan para sus prioridades y nosotros los ciudadanos se lo permitimos, porque lo que hay es pan y circo, y contra menos pan, más circo. Mientras ellos, ellas y elles, se parten el culo desde sus asientos comodones. Es lo que hay Maikel Naig. España, año 2022. Bueno, así que os espero, para que me comentéis en profundidad, lo que pensáis o queráis a blogueros como yo. Un saludo. 

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