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domingo, 10 de junio de 2018

Las luchas entre oligarquías

Basta leer la prensa diaria de esta España de pandereta, porque de alguna forma hay que llamarla, para saber en qué manos hemos estado, estamos y estaremos. Sólo eso, leer la prensa, la cual dicho sea de paso no es nada imparcial, como no podía ser de otra manera. Pero eso, es otra cuestión. 
La caída de Rajoy como presidente del gobierno no ha sido un asunto del pueblo español, como debería de haber sido, sino un asunto más bien perteneciente a las pasiones desenfrenadas y luchas por el poder de las oligarquías que nos gobiernan, eso que también ha recibido el nombre de casta política y si me permiten la pincelada, parasitarias, de las cuales muchos partidos de nuevo cuño se han adaptado rápidamente a ella. 
Si ustedes se ponen un poco a analizar la situación y las cosas que han sucedido en nuestra etapa democrática, desde hace cuarenta años el pueblo ni ha pinchado ni cortado nada en todo esto, simplemente porque nunca ha estado representado en el Congreso ni mucho menos en el Senado, que dicho sea de paso, es una lacra más totalmente inútil que nos vemos obligados a mantener. 
Y ahora tenemos una muestra más de la ausencia absoluta de representación en los recientes acontecimientos acaecidos la semana pasada, donde un personaje como Sánchez, que jamás ha sido elegido por nadie y ni siquiera se presentó a las elecciones, se permite el lujo de aliarse con quienes desean descuartizar lo poco que queda de España y ocupar la Moncloa. Entre ellos se lo guisan y ellos se lo comen. Pero lo peor del caso es que ni Rajoy ni ningún otro presidente tampoco ha representado jamás a los españoles, porque un futuro candidato presidenciable hace una listas que son las que la gente vota y jamás elige (por lo tanto son votaciones, y no elecciones). 
Los componentes de la lista son los que en el futuro gozarán de las mieles de sueldos de ensueño y prebendas que jamás seguramente lograrían como simples ciudadanos, y todo ello gracias a su jefe de partido, que es quien los puso en la lista ordenados según importancia. A cambio, esos mismos componentes de la lista son los que después eligen en el Congreso como presidente a quienes le pusieron en esa lista, es decir, y dicho en español castizo, yo os coloco en la lista y después vosotros me elegís a mí como presidente del gobierno. Evidentemente, a quien debéis lealtad es a mí y haréis lo que yo diga, no lo que quieran los votantes. Para más inri, multipliquemos esta situación por cada una de las 17 comunidades autónomas. España en su estado puro. 
Así las cosas, la disciplina de voto es lo que aquellos que están incluidos en las listas se ven obligados a votar, que no es otra cosa que lo que les dice un jefe que les puede quitar lo que les dio en cualquier momento. No es de extrañar que las leyes no se dicten en función de los designios del pueblo, sino seguramente en función de los dictados de ciertos equipos jurídicos pertenecientes a poderosas corporaciones. Tampoco es de extrañar lo de las puertas giratoria. Tú me colocas las leyes que yo quiero y cuando dejes el cargo yo te coloco en mi compañía… No te va faltar de nada. Pero eso ya lo saben ustedes. España, simple y llanamente. Bueno, así que os espero, para que me comentéis en profundidad, lo que pensáis o queráis a blogeros como yo. Un saludo. 

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