No sé qué ocurrirá en esta España deliciosa el día de la investidura. Estaré de viaje, con la dosis de vergüenza añadida de quien está en el extranjero y comprueba que lo miran a uno con lástima, como súbdito de un país de fantoches, surrealista hasta el disparate. Por eso, el mal rato que ese día voy a pasar quiero agradecérselo a una panda de vividores que sólo miran por sus intereses personales, un grupo de compatriotas (o eso dicen ser): los oportunistas, los cobardes y los sinvergüenzas. Hay un cuarto grupo que incluye desde ingenuos manipulables a analfabetos de buena voluntad, pero voy a dejarlos fuera porque este post tiene capacidad de aforo limitada. Así que me centraré en los otros. Los que harán posible que a mi edad, y con la mili que llevo, mis amigos extranjeros, con los que voy a estar unos días lejos de este país de pandereta, me acompañen en el sentimiento.
Cuando miro atrás sobre cómo hemos llegado a esto, a que una democracia de cuarenta años en uno de los países con más larga historia en Europa se vea en la que nos vemos, me llevan los diablos con la podredumbre moral de una clase política capaz de prevaricar de todo, de demolerlo todo con tal de mantenerse en el poder aunque sea con cualquiera (da igual que sea terrorista en excedencia, que golpistas de corbata), y con respiración asistida. De esa panda de charlatanes, fanáticos, catetos y a veces ladrones (con corbata o sin ella), dueña de una España estupefacta, clientelar o cómplice. De una feria de pícaros y cortabolsas que las nuevas formaciones políticas no regeneran, sino alientan.
Pero no les quepa la menor duda, culpables somos ustedes y yo, y ahora viendo el panorama y viendo hacia donde nos dirigimos, algunos les exigimos sentido común, algo que nuestros políticos de tres al cuarto no tienen, y hemos dejado en manos de manipuladores, sinvergüenzas y delincuentes la gobernación de este país gracias en parte a nuestros votos y a un sistema electoral hecho a su medida.
Somos una sociedad que, en buena parte, no hemos tenido otra que agachar la cabeza y permitir que nuestros hijos se mimeticen con el paisaje para sobrevivir. Por eso, pase lo que pase en esa investidura, el daño es irreparable y el mal es colectivo, pues todos somos culpables. Por estúpidos. Por indiferentes y por cobardes.
El final del túnel se ve, que no es otro que futuras elecciones, si en estos días nadie lo remedia. Cada uno tira para lo suyo, y nadie piensa en el ciudadano de a pie, que es sencillamente el que lo está pasando realmente mal y no ellos. Es lo que tiene el poder, que no es otra cosa que sentarse en un sillón con cuatro oponentes políticos y repartirse el pastel español, como si estuvieran en la Edad Media, y convertir algo tan serio en un cabreo y una pataleta infantil.
Tenemos la mala suerte de tener a estos gobernantes, que le vamos hacer, pero tenemos en nuestras manos el poder de cambiarlo todo, pero es que tampoco hay ninguna alternativa válida para lo que tenemos, porque hasta los que venían a salvar a España, se están volviendo como ellos. Sólo espero que esto mejore, aunque sea votando de nuevo, que es a dónde vamos. Bueno, así que os espero, para que me comentéis en profundidad, lo que pensáis o queráis a blogueros como yo. Un saludo.
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